Ella se encontraba en ese banco. Sentada, con su maquillaje intacto. Quieta, como paralizada. Pensaba. Miraba. Pero nadie la miraba a ella. Era como si estuviese en otra dimensión, nadie se percataba de su presencia. Su cabeza se apoyó sobre el hombro de alguien que nunca se dio cuenta, sino que siguió hablando con aquel otro a su lado y luego sólo se levantó. Ella se dejo caer. Luego se volvió a incorporar y siguió pensando. Quería volver a la dimensión en la que estaban todos los demás, pero no podía. Alguien tenía que agarrarla bien fuerte y hacerla entrar. Pero ese alguien no se presentaba y al cabo de unos minutos más entendió que nunca se iba a presentar. Ideas cruzaban por su cabeza. Necesitaba descargarse, y no podía. Tenía un enorme deseo de irse al extremo y salirse de control, pero de esa dimensión era más difícil volver todavía. Intercambió algunas palabras completamente vacías y olvidables con un extraño. Se levantó, miró a la multitud a su alrededor y sólo quiso que todo se terminara. Que se terminara rápido.
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