viernes, marzo 15

Viejo

Las mejores ideas se me ocurren cuando no puedo anotarlas, pero así es mejor a veces. A veces al ponerlas en papel mueren un poquito, algo que parecía irreducible encuentra un límite forzado, artificial, que impide que se transmitan como uno hubiese querido. Jamás voy a escribir algo que me guste de igual forma que la idea en mi cabeza. Sólo tal vez muy enajenada, sólo tal vez a punto de dormirme, sólo tal vez con mucha práctica, sólo tal vez pensando al mismo tiempo que escribo. Admito que algunas veces, bastantes en realidad, dejo fluir mis pensamientos y en el mismo instante mis dedos se empiezan a mover y ya no hay nada más que pensar. Pero a veces me gana, mi mente va más rápido y me enredo y me trabo, porque quiero decirlo todo, y choco con la primera pared, con la primera simultaneidad.
En ese momento ya es menos auténtico supongo, ¿Cómo reproducir todo esto? Me digo, pero después vuelvo al principio (en algún momento se vuelve) y me convenzo a mí misma de que siempre algo va a quedar escondido, que así es mejor, que no quiero acabar con mis ideas, que prefiero dejar un vestigio para mí misma, un misterio que nadie pueda resolver.

No hay comentarios:

Publicar un comentario