viernes, febrero 24

tute cabrero

Ayer mientras, o tal vez después de jugar a un juego de cartas, descubrí una actitud particular que tengo hacia las cosas en general, hacia la vida. En el juego se reparten todas las cartas, uno las mira y tiene que decidir, si va a jugar a más, o a menos. Es decir, si va a perseverar e intentar ganar , o a resignarse a perder. Creo que esa decisión no es lo que más me cuesta, lo que más me cuesta es salir, empezar, jugar de acuerdo a esa determinación. No puedo, me obligo, y casi siempre salgo mal. Pienso: si juego de tal forma, me beneficio a mí, pero voy a cagar a alguien. Si hago tal otra cosa, me perjudico a mí, me obligo a cambiar mi primera determinación, y no me gusta. No me gusta para nada tener que empezar el juego. Prefiero que otro lo empiece, aunque con su juego me perjudique, no me importa, por lo menos yo no tuve la culpa, salió otro y yo no tuve opción, tuve que jugar de tal o cual forma y ya. Es mucho mejor para mí que el otro empiece, y si no me perjudica, si puedo seguir con mi decisión original, perfecto. Pero no quiero tener que imponerle al otro nada. Creo que tiene que ver bastante con la culpa. "No tener opción" es una gran forma de librarse de la culpa, y aún así creo que ni eso me libera. Prefiero que el otro tome el primer paso, y después sí, actuar. ¿Y si el otro nunca lo toma?  Entonces no haré nada, se pospondrá. ¿Malo? Sí, muy. Pero así soy yo. Y hasta lo reflejo en una estúpida partida de cartas.

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