jueves, marzo 22





"Era curioso: tenía muchas cosas en que pensar, pero me entregué por entero al análisis de mis sentimientos hacia Polina. La verdad es que me había sentido mejor en aquellas dos semanas de ausencia, a pesar de que durante el viaje creí volverme loco de angustia. Me agitaba como un poseso, y hasta en sueños la tenía ante mis ojos. Una vez -ocurrió esto en Suiza-, me quedé dormido en el vagón y empecé, al parecer, a hablar en voz alta con Polina, lo cual desató la hilaridad de todos los viajeros. De nuevo volví a hacerme la misma pregunta: ¿la quiero?, y de nuevo no supe contestarme a mí mismo. Es decir, de nuevo, por centésima vez, me repetía que la odiaba. ¡Había momentos -siempre que terminábamos de hablar- en que hubiera podido hundirle lentamente un cuchillo en el pecho, lo habría hecho con placer. 
Y, sin embargo, juro por todo lo que hay de sagrado que si en Schlangenberg, en aquella cumbre de moda, ella me hubiera dicho "tírese"; habría cumplido sus órdenes igualmente con placer. Lo sabía, y, de una u otra forma, yo tenía que encontrar salida a aquella situación"




Fedor Dostoyevski- El jugador.

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